Fundado en Santiago de Cuba, Oriente, el 8 de mayo de 1925. Este trío legó, en infinidad de grabaciones, un singular panorama de sones, boleros y otros géneros de la música popular, que se difundieron casi a escala planetaria. Agrupación de este tipo que alcanzó tal nivel de popularidad e influencia en los más diversos estratos sociales.Hicieron que su música fuera y siga siendo una de las más genuinamente populares síntesis de cubanía.
Integrantes: Miguel Matamoros ,Rafael Cueto y Siro Rodríguez.
Trabajo artístico. Aportes de sus integrantes
Miguel, director, voz y guitarra primas, empleaba de un modo libre la sustancia rítmica y melódica de la lírica popular. No hacía armonías rebuscadas; su música era eminentemente tonal; en sus acompañamientos no empleaba disonancias ni otras asperezas armónicas, y algunos críticos de la época lo tildaron de tradicionalista y anticuado. No obstante, Miguel, compositor de ideas frescas, ritmo elocuente, buen gusto y acento profundamente cubanos, hizo que su música —interpretada magistralmente por su trío— fuera genuinamente popular.
Cueto, guitarrista acompañante, no hacía, como Miguel, el típico rayado característico de la mayoría de los trovadores orientales, sino un movimiento melódico-armónico que realizaba en los bajos de su guitarra, que es lo que comúnmente se conoce como «tumbao», al que Cueto le añadía algunos elemento sde percusión en la tapa de su instrumento, que se yuxtaponía al rayado hecho por Miguel en la guitarra prima. De este modo evitaba la cacofonía, tanto rítmica como armónica, muy común en otros intérpretes de la época. Esta fue la clave de Cueto como guitarrista acompañante de Miguel y parte del éxito del Trío Matamoros.
En este ejemplo, las figuras tipo romboide significan los golpes que deben producirse en las inmediaciones de la tapa de la guitarra. Este efecto se logra utilizando los dedos de la mano derecha completamente abierta. La línea ondulada representa el glisado, pero realizado en forma inversa a la normal o natural. En este caso debe deslizarse el dedo índice de la mano derecha desde la primera cuerda hasta la tercera o la cuarta. El pequeño ángulo colocado sobre la línea ondulada, indica que el glisado se realizará desde los sonidos agudos hacia los graves. Obsérvese que la línea ondulada que aparece en el acorde de este ejemplo, no tiene ningún señalamiento, por tratarse del glisado natural quesiempre se ha producido en la técnica guitarrística del grave hacia el agudo.
Siro, voz segunda y maracas, poseía un intuitivo concepto armónico que le permitía confeccionar una armonía correcta que yuxtaponía al canto protagonista que hacía Miguel. Asimismo, eran sobresalientes algunas figuraciones melódicas que «inventaba» para «florear» la armonía de la segunda voz; todos estos elementos los empleaba con gran fluidez, gracia rítmica y sandunga, y los enriquecía con el accionar rítmico de sus maracas.
Éxitos
El trío viajó por vez primera a Estados Unidos en 1928, donde realizó sus primeras grabaciones; en 1929 va a México; en 1930 a Santo Domingo, República Dominicana, y en 1933, realiza una gira por Venezuela, Panamá, Curazao, Puerto Rico y Colombia, y en 1960 se presenta por última vez en Estados Unidos. A su regreso a Cuba, después de 35 años de intensa vida artística, el Trío Matamoros se desintegra.
El impar éxito alcanzado por el trío, es debido al carácter de gran innovador que todos le conceden a Matamoros, cosa que logró al crear el bolero-son, es decir que al tema lírico que viene expresado en todo bolero el le añadió el montuno (parte final del son), haciendo del bolero un género bailable. Conciencia, Mata y Beby y Santiaguera son tres buenos ejemplos.
Sobre estas bases se afianzó la preferencia de que gozaron los Matamoros. El resto fue”coser y cantar”, sobre todo esto último, ya que lo hicieron por más de treinta y cinco años, durante los que tuvieron numerosas presentaciones en el extranjero.
Actuaron por última vez para el pueblo cubano en el Teatro Chaplin a principios de marzo de 1960. En ese mismo mes viajaron a los estados Unidos, regresando poco tiempo después, acogiéndose de inmediato al retiro.
Discografía
Los discos del Trío Matamoros
Las huellas dejadas en el tiempo por el Trío Matamoros parecen pocas. Sólo basta analizar el repertorio de cualquier agrupación actual para comprobar la repetición de dos o tres obras de Miguel, como si su trascendencia se limitara a ellas. Ello, sin duda alguna, demuestra un desconocimiento casi absoluto del significado de estos tres trovadores santiagueros en la historia de la música nuestra. Es una consecuencia del maltrato sufrido, en los últimos decenios, por la difusión del patrimonio musical cubano, debido a razones ajenas al interés del presente trabajo.
De cualquier forma, la ignorancia evidente acerca del catálogo total del trío obliga a un acercamiento lo más fiel posible a la fructífera discografía de los Matamoros, reproducida actualmente en decenas de producciones digitales por grandes y pequeñas compañías fonográficas extranjeras (¿por qué no lo hicimos nosotros?) El disco, ya se sabe, es actualmente un excepcional documento probatorio, el cual ha llegado a demostrar la falacia de algunas afirmaciones asumidas por especialistas y estudiosos, aferrados al análisis de partituras y otros documentos. Las tendencias actuales de la musicología nos convocan, cada vez más, a acudir a los archivos de las empresas grabadoras, ya abiertos para investigadores interesados en la materia. La verdad acerca del repertorio de Siro Rodríguez, Rafael Cueto y Miguel Matamoros puede obtenerse con sólo revisar la sorprendentemente extensa lista de placas editadas con su música durante unos treinta años.
Las primeras grabaciones con obras de Matamoros
Cuando Miguel aún dirigía su Trío Oriental de los comienzos, su interés principal estaba en la grabación de discos. Desde años antes, muchos trovadores habían ido a La Habana a grabar; otros, con algo más de suerte, fueron llevados por las discográficas de la época a sus estudios en los Estados Unidos. De hecho, Matamoros llegó a la capital en los primeros años de la década de los años veinte, pero sus gestiones fueron infructuosas, no obstante el interés y las gestiones del trovador Eusebio Delfín. Esa circunstancia deprimió a Miguel. Pero su coterráneo Pablito Armiñán le escuchó Son de la loma y decidió grabarlo con su compañero de dúo Manuel Luna, autor de la música del colosal bolero La cleptómana. Además, registraron, en esa sesión realizada en julio de 1923, otra página de Miguel Matamoros, titulada La china buena. Ambas fueron editadas por la firma Columbia en la placa 2041X. Y algo curioso: se les consigna como rumbas. Nada debe extrañar; era la tendencia de aquellos tiempos. Esas fueron, al parecer, las primeras grabaciones de obras concebidas por Matamoros. En su Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana, Cristóbal Díaz Ayala explica: Miguel, que además de talento artístico tenía cierto olfato comercial, se dio cuenta de que mientras no grabaran, mientras sus números no se escucharan en las victrolas, no pasaría nada. En 1926, el trío viajó a La Habana para unas pocas actuaciones en el Teatro Actualidades. Y logran que lo escuchen en la ferretería y almacén general que representaba a la Víctor en Cuba: Viuda de Humara y Lastra. Sin embargo, el momento todavía no había llegado. Habría que esperar a 1928, cuando la Víctor y Humara y Lastra decidieron realizar una gira promocional del Sexteto Habanero por toda la isla, culminando en Santiago. Les acompañaba Mr. Terry, director artístico de la Víctor y Juan Castro, empleado y hombre de confianza de Julián Lastra. Cuando iban a comenzar a grabar el director del estudio objetó el nombre de Trío Oriental porque ya existía un trío con ese nombre, el de Blez y Figarola y había un Cuarteto Oriental. Entonces se decidieron por el sonoro apellido de Miguel: Matamoros. El día 28 de mayo de 1928, en la ciudad de Nueva Jersey, Siro, Cueto y Miguel grabaron por primera vez, contratados por la firma Victor. Se cuenta que los nervios les traicionaron: pese al acople forjado entre ellos tras varios años de serenatas y actuaciones en teatros, el resultado no fue el mejor. Por otro lado, aunque el trío se recuerda por su formato de dos guitarras y las maracas de Siro, algunas de estas placas dejan escuchar, indistintamente, claves o maracas. Incluso, es posible oír ambos instrumentos a la vez. ¿Quién era, pues, el cuarto Matamoros? No se sabe. El uso de las claves por el Trío Matamoros ya era familiar desde dos años antes, cuando actuaron en La Habana en el ‘26. En la capital se dieron cuenta de la importancia de las claves en el son y las asumieron. Por eso aparecen en las primeras grabaciones. La primera obra grabada, aquel 28 de mayo, hace ochenta años, fue el capricho de Miguel Promesa. Pero el primer disco en salir al mercado contenía el bolero Olvido y el son El que siembra su maíz. Se dice que la placa, código 81274, logró el primer gran record de ventas: sesenta mil copias en 1928. El trío grabó otras dos piezas ese día: Juramentos y Son de la loma. Al día siguiente, llevaron al disco once obras más, entre las cuales están Olvido, Dulce embeleso (que apareció editada como El beso), Luz que no alumbra y la habanera Mariposita de primavera. Luego, el 31 de mayo, la Victor decidió grabarles en Nueva York, a donde se trasladaron, seguramente, el día antes. Los programas fonográficos se completaron con seis composiciones del propio Miguel: Santiaguera, Regálame el ticket, Elíxir de la vida, El voto y la mujer, ¿Por qué pasaron? y una criolla titulada en el disco como Canción triste, conocida luego como La noche triunfal. Claro está, ninguna de las versiones originales de estas composiciones es difundida actualmente. En cualquier caso, se escuchan con cierta asiduidad las grabaciones hechas por los Matamoros muchos años después, cuando la tendencia era reforzar a los tríos con bajo y ritmo. En 1974, conversé por primera vez con Cueto y Siro y me revelaron su predilección por aquellas placas de 1928, porque sólo tocábamos nosotros.
Las primeras innovaciones : El septeto Matamoros
Todo indica la intención de los empresarios discográficos de probar al trío en el son. Era el momento esplendoroso del género en sociedad y ya la Victor había logrado apreciables ganancias con las placas del Sexteto Habanero, contratado por esa firma. Al parecer, tampoco estaban muy convencidos de la acogida potencial de los Matamoros con ese pequeño formato y, contando con la aceptación de Miguel, convinieron en grabarle a un septeto formado por él. El 10 de diciembre de 1928, le graban en La Habana a un Septeto Matamoros, completado por el tresero Manuel Mozo Borgellá, el contrabajista Francisco Paquito Portela, el timbalero Manuel Poveda y Agérico Santiago con las claves. Era imprescindible incluir a la vez maracas y claves, a la usanza de aquellos grupos soneros. Llevan al disco ocho sones, todos compuestos por miembros del Septeto. Se destacan Déjame gozar, mulata, la primera creación de Siro Rodríguez en figurar en una sesión de grabaciones; Mi Teresa, de Poveda; Oye mi coro, de Mozo Borgellá; Los carnavales de Oriente, de Cueto, y El fiel enamorado, de Portela. La famosa conga de Rafael Cueto, sin embargo, no fue la primera obra suya en llegar a discos, porque ese mismo día el septeto grabó el son Quiénes son las mujeres, concebido por Borgellá y Cueto como binomio autoral. Otra curiosidad: contrariamente a lo supuesto, solamente graban un tema de Matamoros: Tú verás. Todas las piezas grabadas fueron consignadas como sones. Al siguiente día, es el Trío Matamoros quien graba el pregón Frutas del Caney (Caignet) y La corneta china, un curioso danzón instrumental de Miguel con las dos guitarras solas. Ambas se editaron en el disco Victor 46044. Además, registraron en esa sesión los boleros sones de Matamoros A usted qué le importa y El consejo, destinadas luego a la placa V 46444. Se cuenta una simpática anécdota previa a la grabación de la primera de estas: cuando el operador preguntó a Miguel los títulos para las anotaciones correspondientes, este respondió ¿A usted qué le importa? Sorprendido e iracundo a un tiempo, el técnico recriminó al músico, pero todo se aclaró después. Esta página fue el primer bolero son en llegar al disco, mucho antes del surgimiento de Lágrimas negras, a la cual se clasifica como iniciadora de esta modalidad.
Los Matamoros con Orquestas
Siempre según la discografía compilada por Díaz Ayala, entre el 24 y el 31 de julio de 1929 los Matamoros regresaron a Nueva York. Los empresarios de la Victor aprovecharon la oportunidad y les grabaron veintiuna obras. El primer día, fueron invitados a grabar con la orquesta de Vicente Sigler, un habanero nacido hacia 1900, tal vez el segundo músico cubano en radicarse en los Estados Unidos. En ese propio año ’29, comenzó su huella discográfica, muy escasa pese a mantenerse vigente hasta los años cuarenta. Así, Matamoros y Siro aparecen con la orquesta en la grabación de Rompiendo la rutina, danzonete de Aniceto Díaz, a menos de dos meses de su estreno. Las restantes veinte abarcarían desde el pregón El manisero, de Moisés Simons (V 46401), y el vals Si coge el tren, de Miguel (V 46534), hasta los sones de Matamoros La mujer de Antonio (V 46402), Lucifer (V 46498) y El paralítico (V 30266), entre otros caprichos, popurrís, boleros, criollas y hasta sambas. Además, se grabaron, por esos días, el son Hojas para baño, también de Miguel (V 46535), y el clásico bolero Reclamo místico (V 46691), el 30 de julio de 1929. No volverían a efectuar grabaciones hasta 1930, en La Habana. El 11 de febrero graba el denominado Sexteto Matamoros (no se aclara en la información consultada de Díaz Ayala quiénes eran los otros tres miembros) el son de Graciano Gómez Recuerdo de tradiciones (V 46873). Luego, el día 12, se unen Siro y Miguel a la Orquesta del maestro Antonio María Romeu, para grabar los danzonetes Quince, de Cueto, y Caminando se va lejos, original de Matamoros. Ese programa concluirá el 13 de febrero de 1930 con seis temas: de Matamoros, A mis amistades y Bolichang [sic] (sones) y el pregón La carreta y la caña; de Siro, el son La china en la rumba y, de Félix B. Caignet, el bolero Ojos que besan.
Lágrimas negras : el cuarteto y la orquesta Matamoros
Entre los días 23 y 24 de febrero de 1931, los Matamoros son llamados nuevamente para grabar en La Habana. Tuvo lugar entonces otra innovación: al trío se agregó una trompeta, ejecutada, según Díaz Ayala, posiblemente por Pedro Vía, trompetista cubano, antiguo integrante de la famosa banda de Don Aspiazu. Quedó en discos, de tal forma, el Cuarteto Matamoros, cuya importancia no hubiera sido tanta, de no grabar, el día 24, Lágrimas negras (V 30509), primera versión discográfica de la pieza clasificada como iniciadora del bolero son, aunque, como dije, ya el trío había grabado otro tema en ese estilo. Pero la popularidad de Lágrimas negras, mantenida aún, justifica su carácter de punto de giro en la música cubana. Aquel Cuarteto Matamoros grabó también dos composiciones del boricua Rafael Hernández, Capullito de alelí (V 30398) y Buche y pluma no má’ (V 30454), así como los sones de Miguel A la orilla del Guaso y El trío y el ciclón, inspirado en la difícil experiencia de Siro, Cueto y Matamoros durante el ciclón de San Zenón, en su dramático paso por la ciudad de Santo Domingo en 1930. En fecha no precisada de 1931, el trío graba, con acompañamiento de orquesta, Alegre conga, de Miguel (V 38184). Transcurrirían dos años sin discos, hasta que en 1934, presumiblemente en Madrid, aprovechan su estancia en España para grabar cuatro placas para el sello Regal. Incluyen páginas al parecer exitosas en su repertorio de entonces, porque ya habían sido recogidas antes: La china en la rumba, La carreta y la caña, Son de la loma y Los carnavales de Oriente. Durante una nueva estancia en Nueva York, el saxofonista, clarinetista, flautista y director Alberto Socarrás (Manzanillo, 19 de septiembre de 1908 – Nueva York, 26 de agosto de 1987) fue quizás el impulsor de la Orquesta Matamoros, compuesta por tres saxofones, piano, batería, claves y maracas. Los empresarios de la Victor editaron las cinco obras grabadas junto con otras piezas del Trío: obviamente se dieron cuenta del éxito de los tres solos. Vale la pena revisar la selección: A una ola, canción de María Grever; Flauta y saxofón, son del propio Socarrás; los sones Tú no, yo sí y El regreso del amor, y el blues-son Conciencia, todos firmados por Miguel. Con estas grabaciones se inició una larga jornada fonográfica en Nueva York, el 30 de julio de 1934. Siguieron en esos trajines discográficos hasta el 3 de agosto. Durante esos cinco días, grabaron también como trío y como Cuarteto Matamoros, al adicionárseles un trompetista. Veamos algo de la selección: ¿Quién tiró la bomba?, El nudismo en Cuba, Los sepultureros, La cocainómana, El divorcio en España y La droga milagrosa, todas de Miguel, y El vendedor de todo, pregón de Cueto. En ese propio año ’34 graban en Nueva York África, canción son de Julio Brito (V 32372), obra considerada por Siro y Cueto como la mejor lograda de su amplísimo catálogo, y el triste corrido El desastre del Morro Castle, original del boricua Leopoldo González (V 32270). En la sesión del 4 de octubre de 1934 graban, con el músico de origen italiano Alfredo Cibelli como baterista y un violinista no identificado, el son de Miguel Sígueme (V 32415). Cuando concluyeron el programa fonográfico del 27 de noviembre de 1935, con el son de Matamoros Más nunca, el Trío completaba la considerable cifra de setenta y siete grabaciones en dos años, todas realizadas en el extranjero. Fue el mejor momento discográfico de Siro, Cueto y Miguel. Dejan de grabar en 1936 y, al año siguiente, retornan a Nueva York. Durante una extensa sesión, el 23 de marzo de 1937, graban doce obras, entre ellas su inolvidable versión de Cuidadito, compay gallo, guaracha son de Ñico Saquito (V 32796), y otros títulos desconocidos de su repertorio, como los sones de Matamoros Loca ambición, La guajira delincuente, Habana – Santiago y Tu carta y la mía y el son del cantante Miguelito Valdés Chan Li Poo.
El conjunto Matamoros
Cuando murió Benny Moré, en 1963, un periodista entrevistó a Miguel y éste, al referirse al Conjunto Matamoros, con el cual debutó Benny en el disco, fijó la creación del grupo en 1942, en el Hotel Nacional. Sin embargo, los discos no corroboran esa afirmación. Un llamado Conjunto Matamoros graba con ese nombre, por primera vez, el 28 de abril de 1937, al interpretar la conga de Juan Castro La Conga del Pilar (V 82392). Desde entonces, el trío alternará con el conjunto; incluso, en varias placas discográficas se anuncia al Trío Matamoros y su Conjunto. Ya en 1941, de acuerdo con Díaz Ayala en su ya citada obra, se aprecian en las grabaciones piano, trompeta y clarinete, posiblemente ejecutado este por Francisco Repilado, el futuro Compay Segundo. Desde el mencionado año ’42 (y esto sí es cierto) sólo grabará el Conjunto Matamoros. Era una reacción lógica: el formato de conjunto acaparaba la atención del público en esa etapa de los años cuarenta. Desde el año ’37 y hasta el 26 de abril de 1949, cuando Carlos Embale canta el son Échale candela (Margarita Martínez), el conjunto acumulaba ¡ciento treinta grabaciones!
Los discos más conocidos. El cuarteto Maisí
Llega el disco de larga duración (LP) y varias empresas disqueras no tardarán en producir ediciones con el Trío Matamoros. Pero será un trío con sonoridad diferente: tal y como ocurría entonces, a las voces y guitarras de Siro, Cueto y Miguel se añadieron contrabajo y percusión cubana. Como las obras exitosas de los Matamoros habían sido grabadas mucho tiempo atrás y en un soporte ya en desuso, los empresarios concibieron placas con nuevas versiones de aquellas piezas, originalmente recogidas desde 1928 en adelante. Esas son las grabaciones más conocidas del Trío. Saldrán a la venta discos long playing de los sellos Velvet y Kubaney, de Cuba; Verne y Marvela, de Puerto Rico, y el norteamericano Ansonia. En julio de 1950, la firma cubana Panart graba las piezas musicales destinadas, luego, a un disco muy singular, titulado Miguel Matamoros y su Cuarteto Maisí (LPP 2045), un quinteto, en realidad, donde destaca la voz de Juana María Casas La Mariposa y la inesperada ausencia de sus compañeros de muchos años, Siro Rodríguez y Rafael Cueto. He aquí una de las grandes incógnitas en la historia del legendario trío. Hay opiniones divididas acerca de cuál fue la última placa grabada por Siro, Cueto y Miguel: el disco Ansonia 1251 o el Velvet 021, identificado como El último LP del Trío Matamoros. Por la sonoridad, parece ser la producción Velvet la verdadera grabación final. Es más: en una de las obras grabadas allí, los músicos aluden jocosamente a la veteranía de Miguel. En una de las estrofas, cantan: Ya Matamoros, ¡ay, Matamoros!, Ya Matamoros no sirve pa’ ná’. Con sus guitarras y sus maracas, aunque él quisiera ya no suena más. Treinta y cinco años y dos días después de unirse, Siro Rodríguez, Rafael Cueto y Miguel Matamoros se retiran oficialmente en el programa Jueves de Partagás, de CMQ Televisión. Miguel fallece en 1971, Siro en 1981 y Cueto en 1991.
Una discografía excepcional
Aunque he tratado de reflejar algunos de los títulos –conocidos o no- grabados por el Trío Matamoros en tres décadas, es imposible mencionarlo todo. Destacaré, al menos, algunas cifras harto elocuentes: Entre el 28 de mayo de 1928 y el año 1958, cuando se asume concluyó su labor discográfica, Siro, Cueto y Miguel acumularon el gran total de cuatrocientas veintitrés grabaciones. Hasta el año ’31, se producen setenta y cinco fonogramas del Trío. Su etapa más floreciente se ubica entre 1934 y 1937, cuando llegaron a las placas de 78 revoluciones por minuto ciento doce piezas musicales. Después, en el lapso 1939-46, registran en estudios noventa y seis obras. Finalmente, hasta el final de su carrera graban sesenta y una páginas. Los números no mienten: aunque parezca increíble, los Matamoros grabaron más fuera de Cuba. De las doscientas veinticinco grabaciones realizadas en el extranjero, ciento veintitrés se efectuaron en los Estados Unidos, veinticinco en Puerto Rico y siete en España. De todos los formatos asumidos por ellos, sobresale el Conjunto Matamoros, con sus ya anotadas ciento treinta grabaciones. El Trío, por su parte, acumuló doscientas ochenta y tres. Por su poca incidencia en el disco, el Cuarteto, el Sexteto, el Septeto y la Orquesta Matamoros resultaron ocasionales. Los tres géneros recurrentes en el repertorio grabado fueron el son (143), el bolero (54) y el bolero son (75), fusión de la cual fueron propulsores. Todos ellos acumulan poco más del 64 % de su discografía. Y esto es más conocido. Poco más del setenta por ciento de su discografía corresponde a composiciones de los tres: doscientas cincuenta y dos de Miguel, treinta y cinco de Siro y dieciséis de Cueto. Entre todos, trescientas tres. Son cifras abrumadoras; no se justifican, pues, el olvido, el desconocimiento ni la reiteración. Si estamos conscientes del papel de Siro, Cueto y Miguel en el auge de la Trova del Son y de la trascendencia del glorioso trío, urge rebuscar en el amplísimo e inexplorado repertorio de estas tres verdaderas glorias de la música cubana. Miguel Matamoros es más, mucho más. No es sólo Son de la loma o Lágrimas negras. Ahí están, como testimonio fiel de una época, sus más de cuatrocientas grabaciones: esperan por nosotros.
1975 Ecos de Cuba
1980 Lágrimas Negras
1989 Origen de La Salsa
1993 Son de La Loma
1994 Un Recuerdo de Cuba
1996 Beso Discreto
1996 Recuerdos de Cuba
1997 Soneros: La Tradición de Cuba, Vol.
1999 Dos Grandes tríos Cubanos
1999 Cuba en tríos
2000 Cuban Originals
Bibliografía
Betancur Álvarez Fabio. Sin clave y bongó no hay son. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1993
Díaz Ayala, Cristóbal: Cuba Canta y Baila. Discografía de la Música Cubana Volumen 1 / 1898 a 1925. Fundación Musicalia. San Juan, 1994.
Díaz Ayala, Cristóbal: Cuba Canta y Baila. Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana. Volumen 2 / 1925 a 1960. Universidad Internacional de la Florida, Miami, 2003.
Rodríguez Domínguez, Ezequiel: Trío Matamoros: treinta y cinco años de música popular. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1978.
Mateo Palmer Margarita. Del bardo que te canta. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1988.
Rodríguez Ezequiel. Trío Matamoros: 35 años de vida. La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1978
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